martes, 24 de marzo de 2009

Vuelve, vuelve primavera



Estoy loco contento con la llegada de la primavera. Aquí en la cara septentrional de mi reino está teniendo lugar ese renacimiento que las cosas experimentan en esta época del año, después del Medioevo estético a las que se entregan en invierno.



Con lento paso recorro los jardines y los bosques, que rebrotan en tonalidades de arco iris, y que camino ahora durante días más largos y sueño durante noches más cortas. Como siempre, la naturaleza es bondadosa y tiene poca memoria, por eso nos regala imágenes, aromas y sensaciones no importa lo poco que la queramos o cuidemos. En esto la naturaleza tiene algo de santa, de iluminada: está más allá del bien y del más y ofrenda a la marchanta sus mejores bienes, haciendo el bien sin mirar a quien.



Uno de sus bienes más preciados en la esta zona de mis dominios son las flores Mu Mien (木棉,madera de algodón) cuyo espectáculo de belleza es majestuoso y por eso breve, ya que se da sólo por algunos días a finales de marzo.



Arboles comunes y corrientes, de esos N.N. que hay en cualquier barrio planetario, de pronto y como en una expresión de su belleza interna se transforman en un espectáculo de color que genera, por la dimensión del cambio experimentado y por el nivel de belleza alcanzada, sorpresa y admiración. El Mu Mien es el cisne de los árboles, en la tradición del patito feo.



La flor del Mu Mien se asemeja mucho a la del Loto, con sus pétalos hacia arriba, generando un cuenco vegetal que parece recolectar las bendiciones intangibles del cielo, que vierte en la tierra una vez caída en el suelo, en su última quijotada solidaria.



Como dije antes, la floración de estos árboles dura apenas unas semanas, como llamándonos la atención sobre un fenómeno que de durar más tal vez pasaría inadvertido, siendo que somos seres de rutina y el hábito nos malacostumbra, en un mundo en el que la belleza abunda no vemos lo bello cuando es constante y en cambio sí lo notamos cuando es intermitente… ¡Cosa e’ Mandinga!



Afuera la primavera se despereza y todo se despierta, renovando los rostros de las montañas y los ríos, que sacian su sed con la lluvia que en esta temporada es abundante en Taiwán. Pero los días de sol llegan y la luz revela los colores dormidos durante las jornadas nubladas, que se iban cargando en la oscuridad para mostrarse relucientes cuando Ra asoma, en una forma de vanidad que los seres de la naturaleza demuestran en esta época del año, bendecidos por una hermosura que no es ordinaria.





Todo muy lindo, todo muy bello… pero mientras afuera el mundo celebra la llegada de esta nueva etapa de vida, de amor y locura juvenil, quien les escribe atestigua todo desde el “study room” de su castillo, donde me entrego a la redacción de mi tesis en sesiones interminables y en días que no tienen noche.



La primavera me esquiva y apenas si me da un coletazo, que me impacta más como cortante latigazo que como suave caricia… será el verano, entonces, mi estación de renacimiento. Pero en aquel momento, los Mu Mien ya no estarán florecidos. Será hasta el año que viene, efímeras flores, que nos encontraremos de nuevo. Vuelve, vuelve, que te espero.