lunes, 12 de enero de 2009

Subte, protocolo y ceremonial

Al salir de mi castillo, luego del paseo por los jardines imperiales, donde disfruto de los aromas acaramelados de los jazmines, las lavandas y las rosas, y de los amargos sabores de la grama húmeda de rocío, siempre elijo el subte para manejarme por la ciudad. Y debo decir que una de las mejores cosas que tiene la vida en Taipei, a nivel movilidad, es el subte. Los colectivos, de los que hablaré otro día, muestran los mismos vicios que los micros porteños y bonaerenses en cambio: llegan fuera de horario, dos o tres juntos, y tardan luego demasiado tiempo en volver a aparecer. Patrón colectiveril universal acaso, este de la impuntualidad?


Pero de los subtes no se queja nadie. Yo me quejo de los colectivos, habrá quien habla de lo paupérrima que es la TV y sus contenidos, de los precios, del arroz frito, de la ola de frío, de la cantidad de scooters, del ruido que estos producen y demás… pero el MRT, el subte, el chie yun (捷運), es palabra santa y fuente de orgullo metropolitano. No es para menos: distintos entes lo han calificado como el servicio más confiable del mundo durante cuatro años consecutivos, ya que el mismo hace lo necesario en estos casos: llega en horario, se va en horario, no se rompe y así todo muy rutinariamente.


Este es un subte de esos que conforma una sistema complejo para quienes no lo conocemos desde el vamos, más que nada cuando intentamos ampliar nuestro campo de maniobras y de repente tomarlo para ir a lugares lejanos. Desde las amplias plataformas nacen distintos pasillos y corredores, que a veces conforman verdaderos laberintos densamente poblados, teniendo en cuenta que por día lo toman más de 1.250.000 pasajeros.



Por ende, debido a un giro a destiempo, a un paso mal dado, a un desliz menor, al efecto mariposa o a una maniobra compleja del destino, podemos adentrarnos en pasadizos interminables, mágicos, que sólo pueden ser sorteados por la ayuda de un transeúnte que pase sin un Ipod clavado en las orejas, de otro transeúnte que camine lento, de un código secreto encriptado en una frase de lo más común como "¡Muchachos, ayúdenme a salir de acá que tengo frío loco!", o de coordenadas que desafíen los puntos cardenales y la física, impresas en un antiguo... mapa turístico desplegable a todo color. Yo tuve múltiples vivencias patéticas durante mis primeras semanas relacionadas a este tema, y no acabé en la caja del Lost&Found por poco (¡lo loco es que el MRT de Taipei tiene un sistema de Lost &Found que funciona y no por una cuestión protocolar nomás!), muchas veces por confiarme demasiado y hacer un recorrido de memoria, sin saber que por ese mismo lugar pasaba otro subte que te lleva, por supuesto, a otro lugar, obviamente, distinto al que quería ir. Pero bueno, prueba y error hacen al conocimiento empírico; y yo en esto del subte y su recorrido todo, soy ahora un científico.

Hay subtes que van por debajo, como todo bien subte, hay subtes que se transforman en trenes metropolitanos que corren en rieles sobre-nivel (como por ejemplo la línea roja aquí en Taipei, que une dos puntos opuestos de la ciudad: Tanshui y Xintian algo así como un vínculo Retiro-Constitución, Norte-Sur, pero en ambos casos con la presencia de mucha vegetación, montañas, y sin tanta oferta sexual, boliches tropicales, venta de zapatillas, préstamos sólo con DNI y etcéteras).

Y Hay otra línea de subtes por ejemplo, la marrón, que es toda sobre-nivel y que tiene la peculiaridad de ser manejada a control remoto, a través de un sistema digital de conducción. Este es por ende, un subte sin motorman a la vista. Tétrica vista, futurista realidad presente, pequeño gran detalle. Amantes de las teorías conspirativas y del control, por favor abstenerse de tomar esta línea.

Pero cualquiera sea la línea de subtes que nos tomemos, una vez adentro de la estación, al pasar por los molinetes y cruzar una determinada franja amarilla(el pasaje se abona con una tarjeta multiuso que se llama Easycard, con la que se pueden pagar todos los medios de transporte, peajes, estacionamientos y más seguramente) uno se inserta en un mundo estrictamente legislado.




Dicho mundo esta conformado por una serie de reglas que deben ser respetadas taxativamente; de no ser así, hay multas como para tirar al techo y muchos oficiales y cámaras registrando que los usuarios no violemos estas normas. Algunas de ellas son:
* No comer en el subte
* No tomar ningún tipo de bebidas en el subte
* No hablar en voz alta
* No masticar chicle
* Hablar por celular sólo si es necesario y utilizar SMS de ser posible
* Hablar por celular sin levantar la voz
* La multa más cara es por bajar a las vías, en tal caso hay que pagar el equivalente a $5000 pesos argentinos.



Estas son algunas de las reglas a seguir, que nos son recordadas por altoparlantes y a través de posters ubicados en distintos ángulos de las estaciones todas. Las multas son siempre bien interesantes, dolorosas, inquietantes, de esas que generan educación por la cantidad de dinero a abonar. Por eso es muy difícil ver a usuarios en infracción: las leyes fueron hechas para ser quebradas, sólo cuando las multas por violarlas son muy bajas. O cuando la burocracia complica el pago. Pero no es el caso del subte aquí en Taiwán.

Me mata la frase final del poster dedicado a explicar la etiqueta de uso del teléfono celular "Buenos ciudadanos crean una atmósfera feliz en el Metro de Taipei"... no contaminemos tan agradable escenario con maldades y seamos entonces y definitivamente, buenitos. Por otra parte, si me lo sugiere tan simpático señor telefonito -en tierras donde el manga y el animé son elementos fundamentales de la cultura popular-, ¿cómo no observar su pedido?

No hay comentarios: